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las armas y los armados, que tenía siempre á la vista, la idea de un castillo, y el pensamiento de tantas cosas como podian suceder, le tenian en contínua zozobra, sin contar con lo que le roia las tripas la memoria de su casa. En todo el tiempo que estuvo en aquel asilo no se separó de él un momento, ni jamás puso el pié en la bajada. Su único paseo se reducia á salir á la plazuela y á dar vueltas al castillo para ver si por los derrumbaderos se encontraba alguna senda, algun paso algo practicable para buscar un escondrijo en el caso de que hubiese alguna trapisonda.

A todos sus compañeros hacía grandes reverencias; pero hablaba con pocos, y sus coloquios más frecuentes eran con las dos mujeres. Con ellas desahogaba su corazon, á pique de que le redarguyese Perpetua y le avergonzase Inés.

En la mesa hablaba poquísimo; oia las noticias del terrible paso de las tropas, que diariamente llegaban de pueblo en pueblo, de boca en boca, ó llevadas allá arriba por alguno que desde luégo quiso quedarse en su casa, y últimamente tuvo que huir tal vez apaleado, y sin haber podido salvar cosa alguna. Cada dia se oia contar alguna nueva desgracia. Varios noticieros reunian todo lo que se contaba, apuraban todas las relaciones, y luégo las referian en extracto á los demas. Se dispulaba sobre cuáles eran los regimientos más ladrones, y si era más perversa la infantería ó la caballería: se repetian lo ménos estropeados que era posible ciertos nombres revesados de algunos jefes, y de varios de ellos se referian las hazañas, se especificaban las marchas y las paradas, los dias en que los regimientos llegaban á tal 6 cual punto, y sobre todo se procuraba saber el número de los que pasaban el puente de Lecco, porque entónces se consideraban ya como fuera del país; y en efecto, se tuvo noticia de los dias en que pasaron los caballos de Wallenstein, la infanteria de Marrada, los caballos de Anzalt, la infantería de Malemburgo, la caballcría de Montecúculi, la de Ferrari, los cuerpos de Altringer, de Furstemberg, de Colloredo, de Conti, los Croalos, y otros varios, hasta que, cuando Dios quiso, se supo haber pasado la gente de Galeazo, que era la última.

En fin, con haberse alejado tambien el escuadron volante de los venecianos, quedó libre todo el país á derecha y á izquierda. Ya los habitantes de los pueblos que fueron los primeros en ser invadidos y evacuados, se habian retirado del castillo, y todos los dias iba saliendo gente, así como despues de un temporal de otoño se ven salir los pájaros