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acordarse de la peste que cincuenta y tres años ántes desoló una gran parte de la Italia, y con especialidad el Milanesado, en donde se llamó y todavía se llama la peste de San Cárlos. ¡Tan grande es el poder de la caridad! Esta, entre los recuerdos tan solemnes como varios de un infortunio general, puede hacer sobresalir el de un hombre por haberle inspirado sentimientos y acciones más memorables que los mismos males; puede grabar su nombre en los ánimos como una señal de todos aquellos acontecimientos, por haberle estimulado y dirigido como guia, auxilio, ejemplo y víclima voluntaria, y puede, en fin, hacer de una calamidad general una empresa para este mismo hombre, designándola como si fuera una conquista ó un descubrimiento suyo.

El proto-médico Settala, que no sólo habia visto aquella peste, sino que tambien habia sido, aunque jóven en aque- İla época, uno de los más activos, intrépidos y acreditados profesores, y que ahora, temiendo con fundamento la que iba á manifestarse, estaba sobre aviso, dió cuenta el 20 de Octubre á la Junta de Sanidad de haberse declarado indudablemente el contagio en la ticrra de Chiuso, la última del territorio de Lecco, limítrofe con el pafs de Bérgamo; sin embargo, ninguna providencia se tomó acerca del particular, segun resulta de la relacion de Tadıno.

Pero no tardaron en llegar de Lecco y de Bellano otros avisos de la misma naturaleza. La Junta entónces se limitó á enviar un comisario, para que asociándose en Como con un médico, pasase á reconocer los puntos indicados. Los dos, por ignorancia ó por otra razon, se dejaron engañar por un barbero viejo é ignorante de Bellano, el cual les hizo creer que aquella clase de males no era peste, sino en algunas partes efecto ordinario de las emanariones que despedian en otoño los pantanos, y en todas las demas, resultados de las incomodidades, tropelías y excesos cometidos por los alemanes en su tránsito. Semejante seguridad se comunicó á la Junta, que al parecer se dió por satisfecha.

Sin embargo, como se recibiesen de diversos puntos reiteradas noticias de muertos, se enviaron dos comisionados para que se impusiesen mejor y tomasen medidas, y éstos fueron el mismo Tadino y un indıviduo de la Junta.

Cuando los dos llegaron, el mal se habia extendido tanto, que las pruebas se ofrecian sin necesidad de buscarlas.

Recorrieron el territorio de Lecco, la Valsasina, la orilla del lago de Como y otros distritos, y en todas partes ha-