Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/428

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 416 —

brarle de la animosidad y de los insultos de aquella parte del público que pasa muy fácilmente de los juicios á las de- • mostraciones y á las obras.

Un dia que iba en litera á visitar á sus enfermos, empezó á cercarle alguna gente llamándole jefe de los que por fuerza querian que hubiese la peste, aterrorizando á toda la ciudad con su ceño y su barbaza, con el objeto de dar ganancia á los médicos.

Aumentábanse por momentos la turba y la furia, y viendo los mozos que la cosa iba mal parada, metieron á su amo en casa de un amigo suyo, que oportunamente estaba inmediata. Sucedióle esto ahora por haber visto más claro que los demas, y haber querido librar de la peste á millares de personas, al paso que con una deplorable consulta acababa de cooperar á que atenaceasen y quemasen como bruja á una infeliz criada, porque su amo padecia dolores extraordinarios de estómago, y anteriormente otro amo suyo habia estado enamorado perdido de ella; con lo cual sin duda adquiriria entónces en el pueblo nuevos encomios en su ciencia, y (lo que repugna el pensarlo) nuevos títulos de benemérito.

A fines de Marzo empezaron, primero en el barrio de la Puerta Oriental, y luégo en todos los demas de la ciudad, á menudear las enfermedades y las muertes con accidentes extraños de espasmo, palpitaciones, letargo y delirio, y con las funestas señales de cardenales y bubones, siendo generalmente rápidas y violentas, y con frecuencia repentinas sin indicio precursor de enfermedad. Los médicos opuestos á la opinion del contagio, no queriendo aún confesar lo que habia sido para ellos objeto de burla, y viéndose precisados á calificar la nueva enfermedad, ya demasiado evidente y general para quedar sin nombre, adoptaron el de calenturas malignas, y calenturas pestilenciales; transaccion despreciable, 6, por mejor decir, artera, trueque de palabras que no dejaba de ser perjudicial; porque manifestando los médicos que conocian la verdad, lograban que todavía no se çreyera lo que más importaba creer y advertir, esto es, que el mal se contraia por contacto.

Los magistrados, á manera de quien despierta de un profundo sucño, empezaron á dar oidos á las reclamaciones y propuestas de la Junta de Sanidad, á sostener sus edictos, y los embargos y cuarentenas prescritas por esta corporacion, la cual pedia sin cesar dinero para ocurrir á los gastos diarios del Lazareto y demas urgencias, que por