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| Bastó esto para que fuesen arrollados, maltratados, atados y conducidos á golpes á la cárcel. No fué poca fortuna para ellos el que el Palacio de justicia estuviese cerca de la catedral, y no lo fué ménos el que se les declarase inocentes y se les pusiese en libertad.

Semejautes desórdenes no sólo sucedian en la ciudad, sino que el frenesi se habia propagado lo mismo que el contagio. Al viajero á quien encontraban los aldeanos fuera del camino real, ó veian parado en él, discurriendo entre sí, 6 tendido á descausar; al hombre desconocido en quien notaban alguna cosa extraña en el rostro 6 en el traje, le calificaban al momento de untador, y á la primera voz de un cualquiera, ó al aviso de un muchacho, tocaban á rebato, todo el mundo acudia, y los infelices eran cruelmente apedreadus ó presos, y conducidos con improperios y golpes á la cárcel, que entónces podia considerarse hasta cierto punto como puerto de salvacion.

El Ayuntamiento entretanto, no desalentado por la negativa del sabio Arzobispo, repitió sus instancias, que el público tumultuosamente apoyaba. Persistió todavia algun tiempo el Arzobispo, procurando disuadir de aquel intento á las gentes, y esio fué todo lo que pudo hacer el buen sentido de aquel ilustre varon contra la razon de los tiempos y la insistencia de muchos. Atendido el estado de las opiniones de entónces, y la idea exagerada del peligro, muy léjos de la evidencia que alcanzamos en el dia nosotros, no es dificultoso comprender cómo sus buenas razones pudieron tamnien ser sojuzgadas en su mente por los males de los demas; y si en el haber cedido tuvo 6 no parte alguna debilidad, son misterios del corazon humano.

A la verdad, si hay casos en que parece que se pueda atribuir en un todo el error al entendimiento, y disculpar la conciencia, es cuando se trata de las pocas personas (y del número de éstas fué el Arzobispo) en que se ve en el discurso de su vida una obediencia ciega á su conciencia, sin miramiento á intereses personales de especie alguna. Cedió, pues, á las repetidas instancias, consintiendo no sólo en que se hieiese la procesion, sino tambien en que la urna en que estaba depositado el cuerpo de San Čárlos quedase expuesta por espacio de ocho dias á la veneracion pública, en el altar mayor de la catedral, conforme al volo y deseo de la n.uchedumbre.

No hallo que la Junta de Sanidad hiciese oposicion ni reclamacion alguna, limitándose solamente á tomar algunas