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precauciones que, sin apartar el peligro, indicaban los inconvenientes. Aumentó las disposiciones para que nadie entrase en la ciudad, mandando, á fin de asegurar su ejecucion, que estuviescn cerradas las puertas, y con el objeto de impedir la reunion de los apestados y sospechosos, dispuso que se clavasen las de las casas aisladas, las cuales, si en semejantes asuntos se puede dar crédito á la desnuda asercion de un escritor de aquel tiempo, eran unas quinientas.

Empleáronse tres dias en preparativos, y el 11 de Junio al amanecer salió de la catedral la procesion. Precedíala un numerosc pueblo, la mayor parte mujeres, cubiertas el rostro con grandes velos, y muchas de ellas descalzas y con hábito de penitencia. Seguian los gremios con sus estandartes, las cofradias con sus trajes de várias formas y colores, luégo las comunidades religiosas, y el clero secular, todos con velas encendidas. En el medio, entre el esplendor arımonía de cantos, y bajo de un riquisimo dosel, venia la urna que llevaban alternativamente cuatro canónigos con grande aparato. Por los costados de cristal se divisaba el venerado cadáver envuelto en magnificas vestiduras pontificales, y la cabeza con mitra, y entre las formas mutiladas y descompuestas, podia aún distinguirse algun vestigio de sus antiguas facciones, como le representan las estainpas, y como algunos se acordaban de haberle visto y reverenciado cuando vivia. Detras de los restos mortales del difunto pastor (dice Ripamonti, de quien principalmente tomamos esta descripcion), y próximo á él, tanto por méritos, como por dignidad y parentesco, iba el arzobispo Federico Borromeo. Seguia otra parte del clero, y luégo los magistrados en el paraje de mayor ceremonia, y despues la nobleza, parte con toda la pompa propia de una solemne funcion religiosa, y parte en señal de penitencia, con hábitos de duelo, descalzos, el cuerpo cubierto de sayal, y la capucha sobre el rostro, y todus con grandes hachas encendidas en la mano; últimamente cerraba la procesion una inmensa muchedumbre de toda clase de personas.

Todas las calles estaban adornadas con lujo y profusion de riquezas. Los poderosos habian sacado sus utensilios más preciosos, y las personas acomodadas y la ciudad habian adornado las casas pobres. En algunos parajes, en lugar de colgaduras, y en otros sobre ellas pendian riquisimos pabellones de finas telas; en todas partes se véian mayor número de luces, y mayor y más alta