Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/443

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 431 —

á tiempo, llegaron oportunamente subsidios por donativo inesperado de compasion privada, porque en medio del estupor general y de la indiferencia con respecto á los demas, dimanada de tener cada uno que lemer continuamente por sí, hubo almas siempre dispuestas á la caridad; otras hubo cuya caridad n:ació al cesar toda alegria terrenal, asi como en el estrago y fuga de muchos, á quienes tocaba vigilar y disponer, hubo siempre algunos que, gozando salud corporal, se mantuvieron con valor firmes en su puesto, y otros, en fin, que animados por la caridad, tomaron sobre si y desempeiaron animosamente cargos á que por su oficio no esialan obligados.

Donde resplandeció más y con mayor generalidad el exacto cumplimiento de las dificiles obligaciones que imponian las cireunstancias, fué en los eclesiasticos. Los Lazaretos y la eindad jamás carecieron de su asistencia. En donde habia aflicciones, al'i se ha!laban; siempre se vieron mezclados con los enfermos y con los moribundos, estando muchas veces enfermos y moribundos e'los mismos. Con los auxilios espirituales, suministraban segn sus medios los temporales, haciendo todos los servicios qne se exigió de ellos. Más de sesenta pirrocos de la ciudad murieron de peste, esto cs, de cada nueve, ocho.

Animábalos á todos con las palabras y el ejemplo el Arzobispo, como era de esperar de su generoso carácter.

Habiendo perecido en torno suyo casi toda su familia, y estimulado por parientes y magistrados, y aun por principes vecinos, para que se retirase del riesgo á alguna quinta solitaria, deseehó el consejo y las instancias con ei mismo ánimo con que eseribiendo á los párrocos les decia:

«Estad prontos à abandonar esta vida mortal, más bien gue esta familia, estos hijos nuestros; marchad gustosos contra la peste, como á una fiesta, como á un premio, cuando haya que ganar un alma à Jesucristo.» Al paso que no omitia ninguna de aquellas precauciones que no le impedian cumplir con su obligacion, sobre cuyo ohjeto dió tambien instrucciones y reglas al clero, no huyó ni hizo caso del peligro, cuando para hacer bien era necesario arrostrarle.

Sin bablar de los celesiásticos con los cuales estaba siempre dispuesto á alabar y dirigir su celo, á estimular á los que andaban tibios, y á enviarlos á los puntos en que otros habian perecido, quiso que tuviesen facil acceso á su persona todos los que lo neècesitascn. Visitaba los Lazaretos para consolar á los enfermos y animar á los