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| en acto de levantarse; mira á la puerta, la ve abrirse, y ve entrar y acercarse dos vestidos encarnados, asquerosos y rotos, dos caras de hereje; en una palabra, dos sepultureros, y ve la mitad del rostro del Canoso, que oculto detras de una puerta entornada, estaba en observacion.

—jAh traidor infame!... ¡Fuera, canalla! ¿Blondin?...

¿Carlitos? Socorro! Que me asesinan,-grita D. Rodrigo.

Y meliendo la mano debajo de la cabecera, saca una pis- • tola; pero ya al primer grito se habian arrojado á la cama los dos monatos, y el mas listo, que ya estaba sobre él, le arranca de las manos la pistola, la arroja, le obliga á tenderse, y sujetándole en aquella postura, grita con lono de rabia y escarnio:

—jAh bribon! ¡contra los sepultureros!... ¡Contra los ministros de la juata! contra los que ejercen las obras de misericordia!

—Ténle bien firme hasta que nos le llevemos,-dijo el compañero, dirigiéndose á un armario.

Y en esto entró el Canoso, y se puso con él á forzar la cerradura.

—Malvado!-gritaba á más no poder D. Rodrigo, mirándole por debajo del que lo tenía sujeto, y forcejando entre aquellos robustos brazos.-Dejadme,-decia en seguida á los sepultureros,-dejadme que mate á ese malvado, á ese pérfido, y luégo haced de mi lo que querais.

Llamaba luégo á los demas criados; paro todo era inútil, pues el aboninable Canoso los habia enviado muy léjos con supueslas órdenes del mismo amo, ántes de ir á proponer á los sepultureros aquella expedicion y el repartimiento de los despojos.

—iQuieto! ;Quieto!-decia al malaventurado D. Rodrigo el sayon que le tenia clavado en la cama, y volviendo despues la cara á los que estaban saqueando:-Cuidado!- les decia,-cuidado con hacer las cosas como hombres de bien!

—iTú! ;tú!-decia enfurccido D. Rodrigo al Canoso, viendole afanado en romperlo todo, y en sacar ropa y dinero, y repartirlo.-¡Tú! Cuando... ¡Ah monstruo del intierno! Acuérdate que puedo curar: sí, puedo ponerme bueno.

Sin resollar el Canoso, ni siquiera se volvia á mirar de dónde venian aquellas palabras.

—Ténle bien lirme,-decia el sepulturero:-está frenético.

En efecto, el infeliz vino á estarlo del todo. Despues de un último y más violento esfuerzo de gritos y contorsiones,