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Desde entónces quedó Lorenzo trabajando siempre con él. Más de una vez, y áun más de dos, especialmente des-' pues de haber recibido algunas de las cartas de Inés, se le metió en la cabeza el sentar plaza y abandonarlo todo: las ocasiones no faltaron, porque justamente entónces la república tuvo várias veces necesidad de alistar gente, y la tentacion fué tanto más fuerte para Lorenzo, cuanto se habló de invadir el ducado de Milan, en cuyo caso no dejaria de parecerle una linda cosa volver á su casa como vencedor, ver de nuevo á Lucía, y entrar de una vez en explicaciones con ella; pero Bartolo supo siempre con buen modo disuadirle de semejante resolucion.

—Si han de entrar,-le decia,-entrarán tambien sin ti, y tú podrás ir luégo con toda comodidad y cuando quieras:

y si vuelven con la cabeza rota, ¿no será mejor no haberse metido en semejante danza? No faltarán desesperados que vayan á este viaje; pero ¿cuánto les coslará meter allí los piés? Yo por mi parte soy incrédulo. Estos ladran; pero ¡vaya! El Estado de Milan no es una guinda para tragárselo así como quiera. Se trata de la España, amigo mio; ¿sabes tú lo que es la España? San Márcos es fuerte en su casa; pero no basta. Ten paciencia. ¿No estás bien aquí? Yo bien comprendo lo que quieres decirme; pero si la cosa está de Dios, ella se hará, y mejor no haciendo desatinos. Algun santo te ayudará. Créeme, Lorenzo, ese oficio no es para tí. ¿Te parece que es lo mismo ir á matar gente que devanar seda? ¿Cómo te podrias avenir tú con los soldados? Para eso se necesitan hombres á propósito.

Otras veces pensaba Lorenzo ir á su país de oculto, disfrazado y con otro nombre; pero tambien de esta idea siempre supo distraerle Bartolo con razones muy fáciles de adivinar.

Declarada luégo la peste en el ducado de Milan, y cabalmente, como hemos dicho, en la parte limitrofe con el pafs de Bérgamo, no tardó mucho en introducirse alli tambien...

y... No hay que asustarse, lectores mios, creyendo que yo me dispongo á referir igual:mente la historia de ésta. Para el que la quisiere leer la hay eserita. Lo que yo iba á decir era que tambien Lorenzo contrajo la enfermedad, y se curó por sí sólo, que es lo mismo que decir que no hizo nada. De todos modos, estuvo á la muerte; pero su buena complexion resistió la fuerza del mal, y en pocos dias se halló fuera de peligro. Con haber recobrado la salud se renovaron con más vigor en su ánimo los antiguos cuidados de la vida, los deseos, las esperanzas, los recuerdos y los pro-