Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/458

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 446 —

brarte de la justicia, como yo procuraré librarme de la peste, y si Dios quiere que los dos salgamos bien, nos volveremos á ver.

— Por lo que á mí toca, la vuelta es segura; jasí pudiera no volver solo! Basta, veremos.

—Me alegraré que vuelvas acompañado; que si Dios quiere, trabajaremos todos; viviremos en amor y compañía. Falta que tú me encuentres vivo, y que haya pasado este internal influjo.

—Sí, si; espero que no tendrás novedad. No dudes que nos volverenmos á ver.

—¡Dios lo haga! repito. Adios, Lorenzo.

—Adios, Bartlolo.

Pasó Lorenzo varios dias haciendo mucho ejercicio para adquirir fuerzas; y en cuanto le pareció que podia soportar el viaje, se dispuso á emprenderlo. Se ciñó al cuerpo debajo del vestido un cinto con sus cincuenta escudos, que tenia intactos, y de los cuales á nadie habia dicho palabra, ni siquiera á Bartolo: agrególes otro dinerilo que habia ahorrado, viviendo con grande economía; cogió debajo del brazo un lio con alguna ropa; metió en el bolsillo un certifieado de buena conducta, bajo el nombre de Antonio Revuelta, que le dió su segundo amo; en el de los calzones metió su gran cuechillo, que era lo ménos que en aquel tiempo podia llevar un hombre de bien, y á úitimos de Agosto se puso en eamine, tres dias despues de haber sido llevado al Lazareto D. Rodrigo. Dirigióse desde luégo á Lecco, queriendo, ántes de aventurarse á ir á Milan, pasar á su pueblo, en donde esperaba enconlrar á Inés viva, y empezar allí á tomar alguna noticia de ias cosas que tanto anhelaba saber.

Los pocos que habian curado de la peste, en medio de la poblacion, se podian considerar como una clase privilegiada, y los que hasta entónces se habian preservado, vivian en continua zozobra, tristes, macilentos y recelosos, pues todo podia ser contra ellos arma de herida mortal.

Los primeros, por el contrario, sin ninguna especie de sobresalto (pues el tener dos veces la peste era caso, no raro, sino prodigioso), se paseaban con desembarazo y franqueza á manera de los caballeros de la Edad Media, que armados de punta en blanco, y montados en caba!los tambien cubiertos de hierro, andaban (segun su denominacion de caballeros andantes) á tontas y å locas entre una pobre chusma pedestre de gente del pueblo, que sólo tenian andrajos para rechazar los golpes. ¡Famosa procesion para