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-Y no meterse en otras. Haz, pues, lo que te digo.

—Y usted tambien, si no me engaño, la ha tenido.

—jSí, la he tenido! y muy fina. Estoy aquí por milagro.

Basta decirte que me ha puesto como ves. Ahora era cuando necesitaba un poco de descanso para restablecerme.

Ya empezaba á estar mejor... Por amor de Dios; ¿qué es lo que vienes á hacer aqui? Vuélvete...

—iQué empeño tiene usted en que me vuelva? Para volverme, más valia no haberme venido. Dice usted: ¿á qué vienes? já qué vienes?... Vengo á mi casa: ¿liene algo de extraño?

—Tu casa!

—-Digame usted: ¿ha muerto aquí mucha gente?

—jAy! ¡Ay!-exclamó D. Abundo.

Y empezando por Perpetua hizo una larga enumeracion de personas y familias enteras. Bien lo recelaba Lorenzo; pero al oir tantos nombres de conocidos, de amigos y de parientes (sus padres los habia perdido años hacía) estaba triste con la cabeza baja, y de cuando en cuando exclamaba:

—Pobrecillo!.., ¡pobrecilla!.. ipobrecillos!

—¿Qué te parece?-continuó D. Abundo;-y áun no se ha acabado. Si los que quedan no tienen juicio y no se dejan de locuras, hemos de ver el fin del mundo.

—Ya os entiendo. No tengais cuidado, que no he de quedarme aqui.

¡Gracias á Dios, ya te he convencido!

—Espero que no diga usted á nadie que me ha visto.

Usted es mi párroco, yo una de sus ovejas, y no querrá venderine.

—Ya te enliendo,-dijo D. Abundo, suspirando con enfado;-ya te entiendo; tú te has perdido, y ahora quieres perderme á mí tambien; ¿no estás contento con lo que has pasado, ni te basta lo que he pasado yo? Ya te entiendo.

Y barbotando continuó su camino.

Quedó allí Lorenzo triste y desconsolado, pensando en otro hospedaje. En la lista de los muertos que citó don Abundo, habia una familia de labradores que arrebató entera el contagio, á excepcion de un jóven de la edad de Lorenzo, y su compañero desde la niñez. La casa estaba á poca distancia fuera del pueblo, y alli determinó buscar posada.

Llegado cerca de su viña, infirió desde afuera el estado en que se hallaria. No salia por encima de la cerca ni un ramo, ni una hoja de las que él habia dejado, sino que to-