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| sus orillas las formaban cereas de huertas, iglesias, conventos y pocas casas. Al remate de ella, y en medio de la que costea el canal, habia una cruz llamada de San Eusebio, y por màs que Lorenzo miraba adelante, no veia sino aquella cruz. Llegado à la encrucijada que cae casi en el medio de la calle, y echando la vista á derecha é izquierda, vió á la derecha, en la gran calle que se llama de Santa Teresa, à un habitante que venia hácia él.

«;Gracias à Dios! dijo para si, que aqui viene un cristiano;y entrú inmediatamente en aquella calie con ánimo de tomar lengua del hombre que se aproximaba. Este tambien miraba de léjos como espantado al forastero, tanto más, cuauto advirtió que en vez de ir á sus negocios se le iba acercando. Cuando Lorenzo se halló á poca distancia, se quitó su somlbrero, como serrano de buena crianza, y se dirigió más directamente al desconocido, el cual, entónces, poniendo los ojos en blanco dió un paso atras, levantó un gran palo con punta de hierro que tenía en la mano, y poniéndoselo al pecho á Lorenzo, empezó á gritar:

—Fuera! fuera! ;á un lado!

—Hola! qué es esto?-gritó tambien Lorenzo, apartándose al mismmo tiempo, y no teniendo de ningun modo gana, como decia luégo al contar el lance, de entrar en disputas en aquel momento; volvin la espalda al descortés, y siguió su camino, 6 por mejor decir, la calle en donde estaba.

El suyo siguió tambien el hombre del palo, como furibundo y mirando atras con frecuencia, y llegado á su casa, contó como se le nabia accreado un «untador» con modales de hipócrita cortesia, la cara de impostor y su botecito de unto, ó el cucurucho de los polvos, que en esto no estaba bien eierto, y que sin duda le hubiera hecho el tiro, á no haberle sabido apartar.

—Si llega á acerearse más aquel picaro,-añadió,-le ensarto ántes que me tocase ei bulto. La desgracia fué que estábamos en un paraje muy solitario; que si nos hubiésemos ballado en medio de Milan, Ilamo gente, y hago que se le echen encima: y no me queda duda de que se le hubiera hallado el iufame tisigo en el sombrero; pero como allí estabamos solus, no hice poco en librarme sin buscar tres piés al gato, porque últimamente, unos pocos polvos se echan presto, y esos malvados tienen mucha habilidad, y además que el demonio les ayuda. Ya estará andando por Milan, y bios sabe el destrozo que estará haciendo.