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en ademan de darle á entender que no trataba de aoercársele indiscretamente. Paróse el sacerdote igualmente como para oir, plantando, sin embargo, su baston en el suelo delante de sí, para que en cierto modo le sirviese de baluarte. Hizo Lorenzo su pregunta, á la eual satisfizo el cura, no sólo nombrándole la calle donde estaba la casa por la cual preguntaba, sino que tambien, viendo que el pobre necesitaba de itinerario, se lo trazó con bastante claridad, indicándole, á fuerza de derechas é izquierdas, de iglesias y de cruces, las otras seis ú ocho calles que le faltaban para llegar á la que buscaba.

—Dios le conserve á usted la salud en estos tiempos, y siempre,-dijo Lorenzo.

Y ántes que el sacerdote se ausentase, le pidió otro acto de caridad en favor de la infeliz mujer olvidada en su casa.

Dióle las gracias el caritativo eclesiástico, por haberle ofrecido la ocasion de proporcionar tan necesario auxilio á una desgraciada familia, y diciendo que iba inmediatamente à avisar á quien correspondia, prosiguió su camino.

Lorenzo tambien echó á andar despues de hacerle una reverencia, y en el camino iba repitiendo en su mente el itinerario para tener que preguntar lo ménos que fuese posible; pero no es fácil figurarse cuán penosa era para él semejante operacion, no tanto por ser complicada, cuanto por una nueva agitacion que sobrevino en su ánimo. Conmoviéronle el nombre de la calle y las señas, sin embargo de que no sólo era la noticia que tanto deseaba, y sin la cual eran inútiles todas sus diligencias, sino que tampoco se le dijo cosa que fuese de mal agüero, ni que pudiese hacerle sospechar alguna desgracia: ¿pero qué? la idea algo más distinta de un término inmediato en que iba á salir de una gran duda, y en que oiria decir: «vive, 6 ha muerto,» le acometió con tanta fuerza, que en aquel momento hubiera preferido estar á oscuras de todo, y áun al principio de su viaje, próximo á concluirse; no obstante, cobró ánimo, diciendo entre sí: «¿Qué es esto? si ahora empezamos á hacer niñerias, iqué será en adelante?» Animado, pues, algun tanto, siguió su camino internándose en la ciudad.

¡Qué ciudad! pero á qué traer á la memoria ahora lo que era el año anterior, cuando el hambre? Tenía justamente que pasar Lorenzo por el paraje de más afliccion, por el estrago de la enfermedad, esto es, por la encrucijada llamada el Carrobio de Puerta Nueva, donde entónces habia una cruz en la extremidad de la