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| los demas;» y vuelta luégo al sepulturero, añadió: «Cuando esta tarde volvais á pasar por aquí, subireis por mí, y no por mí sola.»

Dicho esto, se metió en su casa, y casi al momento se presentó en el balcon teniendo en sus brazos otra niña más tierna, y que aunque viva, mostraba en el rostro todas las señales de la muerte. Alli se mantuvo contemplando las deplorables exequias de la mayor, hasta que echando á andar el carro, la perdió de vista y se retiró luégo. En aquel estado, ¿qué le quedaria ya que hacer á la infeliz, sino colocar en la cama la única hija que le quedaba, echarse con ella, y morir á su lado, como la flor abierta cae con su boton al pasar la guadaña que iguala todas las hierbas del valle?

—Señor,-exclamó Lorenzo, -escuchad su súplica! illevadla á vuestro seno con esa criatura! ¡Harto han sufrido! Recobrado de aquella conmocion, y miéntras discurria para traer á la memoria su itinerario, y saber si debia tomar la primera calle que encontrase, 6 si torceria á la derecha 6 á la izquierda, oye otro estrépito distiuto que venía de aquel lado, formándole un conjunto confuso de voces imperiosas, de débiles lamentos, largos gemidos, femeniles sollozos y chillidos de niños.

Siguió caminando con el corazon oprimido, y siempre temeroso, y al ilegar á la encrucijada, viendo venir por un lado una turba confusa que se acercaba, se paró hasta que pasase. Era una multitud de enfermos conducidos al Lazareto; algunos echados á la fuerza se resistian, é inútilmente gritaban que querian morir en su propia cama, respondiendo con imprecaciones á los votos y blasfemias de los sepultureros que los conducian; otros caminaban sin hablar ni dar muestras de dolor, como insensatos. Mujeres con sus niños en brazos, y niños que, más espantados al oir aquellas voces y al ver aquella comitiva, que de la idea confusa de la muerte, llamaban á sus madres, pedian sus brazos y volver á sus casas. ;Ay desgraciados! Quizá la madre que creian haber dejado en la cama durmiendo, se habia echado en ella acometida por el mal y sin sentido, para ser trasladada al Lazareto 6 al hoyo, si el carro llegaba tarde.

Quizá la madre (desgracia más digna de lágrimas) ocupada sólo en sus padecimientos, todo lo tenía olvidado, y hasta sus hijos, sin otro pensamiento más que el de morir tranquila. Sin embargo, en tanta confusion se veia aún algun ejemplo de constancia y piedad. Padres, hermanos, hijos,