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esposas, que sostenian á tan amados objetos, acompañándolos con palabras de cariño y consuelo: no adultos solos, sino niños y niñas que guiaban á sus hermanitos más tiernos, y con uicio y compasion varonil los animaban á ser obedientes, asegurándoles que los conducian á donde habria quien cuidase de ellos y los curase.

En tanta desolacion, y á vista de tantos objetos de lástima y ternura, ocupaba con más fuerza y tenía suspenso el ánimo de Lorenzo un cuidado de muy distinta naturaleza. La casa debia estar muy inmediata, y ¿quién sabe si entre aquella muchedumbre?... Pasada por fin toda, y disipada la duda, se volvió Lorenzo á un monato que venía detras, y le preguntó por la calle y la casa de D. Ferrante.

«; Vaya en hora mala el payo!» fué la respuesta. No pensó sin embargo en replicar; pero viendo á dos pasos á un comisario que cerraba la comitiva, y tenía la cara algo más de cristiano, le hizo la misma pregunta. Indicándole el comisario con el baston la parte de donde venia, le dijo: «La primera calle á la derecha, y la última casa grande á la izquierda.»

Con nueva y más fuerte agitacion se dirige Lorenzo á aquel punto, y llegado á la calle, descubre desde luégo la casa entre otras más humildes y de mezquino aspecto.

Llega, se acerca á la puerta, que ve cerrada, y echa mano á la aldaba sin atreverse á moverla, como lo haria en una urna ántes de sacar la cédula de que dependiese su vida ó su muerte. Resuélvese por fin, y da un fuerte aldabazo.

Al cabo de un corto intervalo, se abre un poco una ventana, y se asoma una mujer mirando á la puerta con un ceño que, al parecer, queria decir: ¿Enterradores? ¿Sayones? ¿Comisarios? Untadores! ¡Demonios!

—Señora,-dijo Lorenzo mirando arriba y con voz trémula:-está aquí sirviendo una muchacha forastera, que se llama Lucia?

— Ya no está,-respondió la mujer en acto de cerrar la ventana.

—Señora, jun momento por caridad! ¿Conque no está? iy dónde ha ido?

—Al Lazareto.

Y de nuevo iba la mujer á cerrar.

—Señora, un instante por amor de Dios! ¿Con la peste?

—Ya, ¡miren qué novedad! ¡Eh! ¡vaya usted con Dios!

—Oigame usted un momento. ¿Estaba muy mala? ¿Hace mucho? En esto cerró de véras la ventana.