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-La disposicion, amigo mio, es justa y santa; y si la gravedad y multitud de los males no permite que se pueda hacer observar con todo el rigor, ¿es esta por ventura una razon para que un hombre de bien la quebrante?

—Pero, padre Cristóbal,-dijo Lorenzo,-Lucía debia ser mi esposa: usted sabe de qué modo hemos sido separados. Hace veinte meses que padezco, y tengo paciencia. He venido hasta aquí, exponiéndome á mil contingencias á cual peor, y ahora pues...

—No sé qué decirte,-replicó el religioso, contestando más bien á la intencion que á las palabras de Lorenzo.- Tú vas con buen fin; y jojalá que todos los que tienen franca la entrada en este sitio se comportasen como estoy seguro que lo harás tú! Dios, que sin duda bendice esa perseverancia tuya, y tu fidelidad en querer y buscar la que te destinó; Dios, que es más riguroso que los hombres, pero tambien más indulgente, no mirará á lo que hay de irregular en ese modo tuyo de buscarla. Acuérdate sólo que de la conducta que observes allí, tendremos que dar cuenta los dos probablemente, no á los hombres, pero á Dios de seguro. Ven acá.

Diciendo esto se levantó, y tambien Lorenzo, el cual, no dejando de hacerse cargo de sus palabras, habia entrado en cuentas consigo mismo, y estaba resuelto á no hablar de aquella promesa de Lucía, como ántes lo habia pensado, pues decia allá en su interior: «Si sabe esto, mayores dificultades me va á poner, y de todos modos, 6 la encuentro, y siempre habrá tiempo para hablar de ello, 6... y entónces, ¿de qué sirve? Trájolo el Capuchino á la puerta de la cabaña que caia at Norte, y prosiguió:

—Escucha; nuestro padre Félix, que es el presidente del Lazareto, conduce hoy los pocos que han curado á hacer la cuarentena á otra parte. Ya ves aquella iglesia allí en el medio...-y levantando la mano descarnada y trémula, señaló á la izquierda, entre el a:re opaco y cargado, la cu pula de la capilla que dominaba las miserables barracas, y continuó:-allí se van reuniendo ahora para salir en pro-.

cesion por la puerta por donde lú has entrado.

—jAh! Seria por eso el estar desembarazando aquel paraje.

—Cierto. Y tambien habrás oido tocar la campana?

—Una vez.

—Pues era el segundo toque: al tercero todos deben estar reunidos. El padre Félix les dirá cuatro palabras, y