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la cabaña, pero sin fraile: no obstante, dando vueltas y atisbando, le vió en otra, en donde inclinado hasta el suelo, y casi tendido, estaba auxiliando á un moribundo. Paróse Lorenzo guardando un profundo silencio, y al cabo de un rato le vió cerrar los ojos á aquel infeliz, ponerse luégo de rodillas, rezar un momento y levantarse. Acercóse entónces y se dirigió á él.

—-Hola,-dijo el Capuchino, viéndole venir.-Y bien?

—Aquí está: por fin quiso Dios que la encontrase.

—¿En qué estado?

—Buena, á lo ménos levantada.

—jAlabado sea el Señor!

—Pero...-dijo Lorenzo, cuando estuvo tan cerca para poderle hablar en voz baja,-hay otro embrollo.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que... Ya sabe usted cuán buena es esa pobre muchacha; pero algunas veces es algo tenaz en sus aprensiones. Despues de tantas promesas, despues de todo lo que usted sabe, ahora dice, iqué sé yo? que en aquella noche del miedo se le calentó la cabeza, y en cierto modo se consagró á la Virgen; cosa inútil, ¿no es verdad? Cosas muy buenas para los que saben lo que se hacen; pero para nosotros, gente ignorante y ordinaria, que nada sabemos de eso... ¿no es verdad que son cosas que no valen?

—¿Está muy léjos de aquí?

—No señor: algo más allá de la capilla.

—Aguárdame un poco, y luego iremos allá juntos.

—¿Quiere decir que usted la convencerá?

—Nada sé, hijo; es necesario que yo la oiga.

—Ya estoy,-dijo Lorenzo.

Y se quedó con los ojos clavados en el suelo, y los brazos sobre el pecho, rumiando su incertidumbre, que en nada se habia disminuido. Fray Cristóbal fué de nuevo en busca del padre Victor, y le suplicó que otra vez supliese por él; entró luégo en su cabaña, salió con su esportillo en el brazo, llegó á Lorenzo y le dijo: «Vamos;» y marchó delante dirigiéndose á la cabaña donde ántes habian entrado juntos.

Esta vez entró solo, y despues de pocos minutos salió diciendo: «;Nada! continuemos rezando.» Luego añadió:

« Ahora guíame tú;» y sin más echaron á andar entrambos.

El cielo se habia ido oscureciendo cada vez más, y anunciaba próxima tormenta. Rompian la oscuridad repetidos relámpagos: aclaraba un fulgor instantáneo los extendidos