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citaba todo lo que le habia pasado en aquel dia, la aldaba, la respuesta descortés de la mujer que se asomó á la ventana, los gritos de aquella furia que queria hacerlo pasar por untador, los bribones que tratalan de acabar con él, los carros de los sepultureros, la entrada en el Lazaretoel encuentro del padre Cristóbal, la procesion de los convalecientes, el cuartel de las mujeres, la casuahdad de encontrar á Lucia, y la dispensa del voto, que era el punto á que siempre venia á parar para considerarse feliz; por mapera que era imposille imaginar un estado de más satisfaccion, á no acibararlo en parte la incertidumbre acerca de Inés, la quebrantada salud del padre Cristóbal, y el hallarse todavia en medio de la peste.

Con estos pensamientos entró en Sexti al anochecer, y el agua no daba aún indicio de cesar; pero sintiénduse con piernas más que nunca ligeras, y considerando las muchas dificultades que encontraria para haliar hospedaje, asi empapado en agua como se hallaba, ni siquiera peusó en buscar albergue. Lo que si sentia eran unas fuertes ganas de comer, á las cuales despues de lo ocurrido, seguramente no habria podido bastar la escasa sopa del Capuchino.

Trató de buscar una panaderia, y encoutrada, compró dos panes, que le entregaron con la formalidad de las tenazas y demas ceremonias. Echúse uno en el bolsilio, y el otro á los dientes, y adelante.

Ya era enteramente de noche cuando pasó por Monza; sin embargo, consiguió salir por la parte que justamente correspondia al camino que debia seguir; pero además de esto, que no era entónces poco mérito, es necesario saber cómo estaba á la sazon aquel ramino, y cómo se iba poniendo á cada instante. Hundido comɔ todos, entre dos orillas, á manera de un arroyo, podia llamarse en aquella hora, si no un rio, por lo ménos un lorrente, con tantos hoyos y charcos á cada paso, que podia tenerse á dicha el sacar los zapatos, y áun los piés, si se me apura. Pero Lorenzo iba saliendo lo mejor que podia, sin impaciencia, sin malas palabras, sin arrepentimiento, haciéndose cargo de que por más que costase cada paso, siempre era adelantar, que el agua cesaria cuando Dios quisiera, que á su tiempo amaneceria, y que el camino que andaba entónces ya estaria andado.

Y á decir verdad, tampoco pensaba en ello sino en los momentos de más apuro. Servianle de distraccion los recuerdos é ideas que ocupaban su mente. Recreábase ora en recorrer la historia de los tristes años pasados, de tantos