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enredos, tantas contradiciones, y tantos momentos en que casi lenía perdida la esperanza, y en contraponer á estas ideas las de un porvenir tan diferente, las de la llegada de Lucia, de su boda, de la formacion de su casa, del placer de contarse reciprocamente sus aventuras, y de no separarse en toda la vida.

Cóno se compusiese cuando se dividia el camino, lo que no dejaba de suceder á menudo, esto es, si con la poca práctica que lenía, y un nediano discurso, encontraba siempre el verdadero, 6 si se metia por cualquiera á la ventura, no es fåcil decirlo, porque él mismo, cuando contaba su historia, que siempre erá con más palabras de las necesarias, a! liegar á los sucesos de aquelia noche, sólo se acordaba de ella como si la hubiese pasado en su cama soñando; lo cierto es que al amanecer se halló á vista del Ada.

Nunca habia dejado enteramente de llover; pero hubo un corto espacio en que el diluvio se convirtió en lluvia, y luégo en liovizna. Las nubes altas y ralas formaban un velo Gilatado, pero ligero y diafano, y la luz del crepúsculo permitió à Lorenzo ver todo el país á la redonda. Alli estaba su pueblo, y lo que él experimentó en aquel momento no es fácil describirlo: sólo podemos decir que le parecia que aquellas nmontañas, el inmediato Resegono y el territorio de Lecco, todo era suyo. Echó la visla lambien sobre si, y se encontró algo extraño, y tal, segun lo que sentia, como se imaginaba debia ser. Arrugada la ropa y pegada al cuerpo, desde el cogote hasta la cintura hecho una sopa y cayéndole á chorros el agua, y desde la cintura á los talones gachas y barro; y si se bubiera mirado en un espejo, más eco le hubiera hecho el verse con las alas del sombrero caidas, y el pelo lacio y pegado á la cara. En cuanto á cansado, bien podia estarlo, pero no lo advertia, y el fresquecito de la mañaua con el de la noche y aquel corto baño, no hacian sino aumentar su energía y su gana'de andar más aprisa.

Llega á Pescale, costea el último trecho del Ada, echando una mirada nmelancólica á Pescarénico, pasa el puente, y por atajos y campos llega en breve á la casa de su antiguo huésped. Este, que acabando de levantarse estaba á la pueria mirando el tiempo, vuelve los ojos hácia aquella figura tan empapada en agua, tan cubierta de lodo, tan sucia, y al mismo tiempo tan lista y desenfadada, por manera que en su vida habia visto á un hombre tan mal parado y tan contento.