Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/519

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 507 —

hasta que se acabe este maldito influjo, porque es usted nuestra mamá, y quiero que vivamos todos juntos por largo tiempo y alegremente, en desquite de lo nucho que hemos sufrido, al ménos yo...

—Pero...-comenzó á decir Inés.

—No hay pero ni pera,-interrumpió Lorenzo.-Sé lo que usted quiere decir. Ya verá usted cómo no hay pero.

Vamos á algun paraje bien ventilado donde se pueda hablar con comodidad y sin riesgo.

Indicóle Inés un huerto que caia á espaldas de la casa, diciéndole que entrase allí, y se sentase en uno de dos banquillos que estaban frente á frente, que ella bajaria luégo, y se sentaria en el otro. Asi se hizo, y estoy seguro de que si el lector, como impuesto en los antecedentes, hubiese podido hallarse presente, y ver y oir aquellos relatos, aquellas preguntas, aquellas explicaciones, aquellas quejas, aquellas exclamaciones, aquel hablar de 5. Rodrigo y del padre Cristóbal, y todo lo demas con aquellas descripciones de lo futuro tan posilivas y claras como las de lo pasado, estoy seguro, digo, de que hubiera tenido gran gusto en ello, y hubiera sido el último en separarse; pero para tener en el papel toda aquella conversacion con palabras mudas, de tinta y sin ningun hecho nuevo, soy de parecer que no sentirá perderla, y que prelerirá que se las dejemos adivinar. La conclusion fué que irian á vivir juntos al pais de Bérgamo, donde ya Lorenzo tenía un buen aeomodo; pero en cuanto al tiempo, nada se pudo determinar, porque dependia de la peste y de otras eireunstancias, y sólo se acordó que apénas pasado el peligro, volviera İnés á su casa, aguardando alii á Lucía, 6 Lucia la aguardaria á ella; y Lorenzo entretanto haria otras escapadas á Pasturo á ver á su mamá, y tenerla al corriente de todo cuanto ocurriese.

Antes de irse le ofreció tambien dinero, diciendo:

—Vea usted, todo está intacto, pues hice aquí voto de no tocarlo hasta que se hubiesen aclarado las cosas. Ahora, pues, si usted lo necesita, baje usted una cazuela con agua y vinagre, y meteré allí los cincuenta escudos flamantes.

—No, no,-contestó Inés;-tengo más de lo que para mí necesito; guárdalos, que te servirán para poner casa.

Retiróse Lorenzo con este nuevo motivo de consuelo, cual era el de haber encontrado en buena salud á una persona á quien tanto amaba: permaneció el resto de aquel dia y la noche en casa de su amigo, y el dia siguiente se