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puso de nuevo en camino, pero con otra direccion; á saber, la de su país adoptivo.

Alli encontró tambien con buena salud á su primo Bartolo, y con ménos lemor de perderla, porque en aquellos pocos dias las cosas habian tomado rápidamente muy buen aspecto. Las invasiones eran mucho ménos frecuentes, la enfermedad ya no era la misma; ya no se presen'aba aquel amoratado mortal, ni aquella violencia de síntomas, sino unas calenturillas, la mayor parte intermitentes, y alguna vez un tumoreillo descolorido, que se curaba como un divieso ordinario. Era otro ya el aspecto del pais: los que habian sobrevivido empezaban á salir de sus escondrijos, dándose reciprocamente el pésame ó el parabien. Se hablaba ya de volver á poner corrientes las fabricas; y los dueños pensaban en buscar y apalabrar artesanos, especialinente en aquellas artes en que el número de ellos escaseaba tambien ántes del contagio, como era la de la seda.

Lorenzo, sin hae rse de rogar, pro:netió (salva siempre la debida aprobacion) á su primo, que volveria á trabajar en cuanto fuese á establecerse con su familia en el país. Dispuso entretanlo los preparatıvos más precisos; buscó una casa mejor, cosa entónces barto facil, y pcco costosa; la proveyó del ajuar y muebles necesarios, echando mano otra vez del tesoro reservado; pero sin abrir en él gran brecha, porque de todo habia desgraciadamente grande abundancia y baratura.

A los pocos dias regresó á su país nativo, que halló extraordinariamente mejorado, y inarchó inmediatamente á Pasturo, donde halló á Inés más animada, y tan dispuesta á volver á su casa, que él mismo la trajo. Creemos exeusado decir aquí cuáles fueron sus sentimientos y sus palabras al verse juntos en aquel pueblo; cualquiera podrá figurárselo.

Iués lo encontró todo como lo habia dejado; por manera que solia decir que esta vez, tratándose de una pobre viuda y de una pobre muchacha, los ángeles habian estado allí de guardia.

—Y la otra vez,-añadia,-cuando cualquiera hubiera creido que el Señor cuidaba de otros, y á nosotros nos abandonaba, permitiendo que nos llevasen nuestra hacienda, inanifestó todo lo contrario, porque me envió por otra parle dinero con que poder reponerlo todo: digo todo, y no digo bien, porque faltaba el ajuar de Lucia que los picaros se llevaron enterito; mas héte aqui que nos viene por otra parte. Quién me hubiera dicho, cuando estaba