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man carrera, y corren parejas con el viento, así era el tiempo para Lorenzo; de manera que ántes los minutos le parecian horas, y aquí las horas le parecian minutos.

La viuda, por su parte, no sólo no echaba á perder la conversacion, sino que la sazonaba. Ni Lorenzo, cuando la vió en la mala cama del Lazareto, pudo figurarse que sería mujer de tan buen humor y tan sociable; pero el Lazareto y el campo, la muerte y las bodas eran cosas muy distintas.

Por último, dijo Lorenzo que iba á buscar á D. Abundo para arreglar las cosas del casamiento. Con efecto, así lo hizo, y encontrándole en su casa, con tono algo socarron, le dijo:

—¿Se le ha pasado á usted, señor Cura, aquel dolor de cabeza que le estorbaba casarme? Ahora estamos en tiempo. La novia está pronta, y yo vengo á saber cuándo se ha- İlará usted en disposicion de verificarlo: sólo le pido esta vez que no tarde mucho.

No es que D. Abundo se negase absolutamente; pero empezó á titubear, á poner excusas y adelantar ciertas insinuaciones, diciendo que por qué dar un cuarto al pregonero con aquella requisitoria encima; que la cosa pudiera hacerse en otra parte; que esto, que esotro, et cetera.

—Ya veo-dijo Lorenzo-que no se le ha pasado á usted enteramente el dolor de cabeza; pero oiga usted.

Y aquí le hizo una patética descripcion del estado en que vió á D. Rodrigo, quien á esas horas debia ya haberlas liado, y concluyó diciendo:

—Esperamos que el Señor le habrá mirado con misericordia.

—Eso nada tiene que ver con lo que tratamos,-contestó D. Abundo.-¿Por ventura te he dicho yo que no? Yo no me niego; sólo hablo... por buenos motivos... Ya ves, miéntras el hombre respira... Mírame á mí: estoy hecho un cascajo; tuve ya un pié en el hoyo... y sin embargo, como ro tengo disgustos, puedo tirar todavía... Luégo hay ciertos temperamentos... pero, como digo, esto nada tiene que ver.

Despues de otro diálogo ni más ni ménos decisivo, hizo Lorenzo una reverencia, y volvió á su casa, en donde refirió lo que acababa de pasar, concluyendo con decir:

—Me he venido, porque ya estaba harto, y á pique de perder la paciencia y desmandarme. Momentos hubo en que me parecia el mismo que ántes; el mismo gesto, las mismas palabras, y si dura algo más la conversacion, no