Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/528

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 516 —

reproducirlas D. Abundo, cuando entró Lorenzo con pasofirme, y un rostro que anunciaba alguna noticia favorable.

—Ha llegado-dijo-el señor Marqués de** —¿Qué es eso?-interrumpió D. Abundo levantándose.- ¿Ha liegado dónde?

—A su palacio, que era el de D. Rodrigo, porque este señor Marqués es su heredero por fideicomiso, como dicen los abogados, por lo cual ya no queda duda. Por mi parte, me alegraria, si supiera que aquel infeliz habia muerto bien. A buena cuenta, hasta ahora, he rezado por él muchos Padrenuestros, y ahora le rezaré muchos De profundis. Por señas, que este señor Marqués es un excelente sujeto.

—Cierto,-dijo D. Abundo,-y más de una vez he oido decir que es uno de aquellos señores chapados á la antigua; pero sobre todo, ¿es cierto?

—Usted cree al Sacristan? Por qué?

—Perque él le ha visto con sus propios ojos. Yo fuí á las inmediaciones del palacio, suponiendo que allí algo sabrian; y efectivamente, dos 6 tres personas me aseguraron el hecho; pero últimamente me traje al amigo Ambrosio que venía de allá arriba, y le habia visto mandar como amo. ¿Quiere usted oirlo? ¡Ambrosio!... Le hecho aguardar expresamente aquí fuera.

—Oigámosle,-dijo D. Abundo.

Y Lorenzo mando entrar al Sacristan, que confirmó la noticia, añadió muchos pormenores, y resolvió todas las dudas, retirándose luégo.

—jAh! ¿conque ha muerto?-exclamó D. Abundo.- ¿Conque Dios se lo llevó? Hé aquí, hijos mios, cómo la Providencia acaba con ciertas gentes. Sabeis que es un gran suceso! ;¡que es una felicidad para este pobre país, en donde por él no se podia vivir! Es verdad que la peste ha sido un grande azote; pero ha sido tambien una escoba que ha barrido cierta canalla, hijos mios, de que nunca nos hubiéramos visto libres. En un abrir y cerrar de ojos ban desaparecido á millares. Ya no los veremos pasear con aquel acompañamiento de matones, con aquel orgullo que parecia que todos vivíamos porque ellos querian.

En fin, él ha muerto, y nosotros vivimos. Ya no enviará embajadores á los hombres de bien. Mucho nos ha dado que hacer á todos. Ahora ya se puede decir.

—Yo le he perdonado de corazon,-dijo Lorenzo.