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des; porque los hombres son así; luégo los canónigos..

—Y los curas párrocos?-dijo la viuda.

—No, no,-contestó D. Abundo,-los pobres curas párrocos á tirar del carro; no tenga usted miedo de que los acostumbren mal. Los curas párrocos nada más que reverendos (1) hasta el fin del mundo. No me admiraria que á los cabalieros que están acostumbrados á oirse llamar ilustrisimos, se les antoje algun dia el tratamiento de Eminencia, y como lo quieran, no faltará quien se lo dé, y entón-.

ces el Papa tendrá que inventar otro para lcs cardenales.

Pero volvamos ahora á nuestro negocio. £l domingo correré la primera amonestacion, y entretanto, sabeis lo que he pensado hacer para serviros mejor? pediremos dispensa para las otras dos. Mucho han de tener que hacer en la Curia para extender dispensas, si las cosas van en todas partes como aqui. Para el domingo tengo ya... una, dos...

tres, sin contar la vuestra. Es una furia; ya no ha de quedar una mujer que no esté casada. ¡Qué disparate ha hecho Perpetua en morirse en tal ocasion! Esta vez hubiera encontrado tambien ella su comprador. Y en Milan, señora (dirigiendo la palabra á la viuda), sucede lo mismo?

—Lo mismo. Hágase usted cargo de que el domingo pasado, sólo en mi parroquia, hubo cincuenta y cuatro casamientos.

— Es lo que yo digo: el mundo no quiere acabarse. ¿Y á usted, señora, no ha empezado á rondarle todavía ningun moscardon?

—Yo no pienso, ni quiero pensar en eso.

Y querrá usted ser la única? Vea usted, tambien Inés...

— Vaya usted... ¿tiene usted gana de burlarse?

—Sf; tengo gana de reirme, y me parece que es justo despues de tantos males. Qué buenos tragos hemos pasado! Es de esperar que estos cuatro dias que nos quedan de vida no serán tan tristes. ¡Dichosos vosotros (á Lucía y Lorenzo) que, como no haya desgracia, teneis todavía muchos años para hablar de vuestras aventuras! ¡pero yo, pobre viejo!... Los bribones pueden morir; de la peste se puede curar; pero contra los años no hay receta, y es muy cierto aquello de que senectus ipsa est morbus: que quiere decir que la misma vejez es una enfermedad; y si hubiera dicho mortal, no hubiera errado.

(1) Titulo que se les daba, y que aún por cortesía se les da en muchas partes de Italia á los párrocos.