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| —Aquí, sí señor, y dentro de poco estarán casados.

—Deseo que usted tenga la bondad de decirme si se les puede hacer algun bien, indicándome al mismo tiempo el mejor modo de realizarlo. En esta calamidad he perdido dos hijos y mi esposa, y he tenido tres herencias considerables, sobre mis cuantiosos bienes. Con esto ya ve usted que es hacerme un verdadero favor proporcionarme la ocasion de emplear mis facultades en beneficio de los que lo necesitan.

—Dios le bendiga! No todos son asf. Yo por mi par te doy á usía ilustrísima la gracias; y puesto que así lo desea, tengo, sí señor, un excelente medio. Debe, pues usía ilustrísima saber que esta buena gente ha determin do avecindarse en otra parte, y vender los cuatro terrones que poseen aqui, que son una pequeña viña del mozo, tan destruida que sólo se puede contar con el terreno; además una casita, y otra la novia, que son dos nidos de ratones.

Un caballero como usía ilustrisima no puede saber lo que pasa con los pobres cuando tienen necesidad de deshacerse de alguna cosa. Por lo regular va á parar á la boca del lobo.

Para esto los logreros se valen de mil astucias, hasta que ponen al pobre vendedor en la necesidad de malbaratarlo todo. La mejor caridad, pues, que usía ilustrisima puede hacer á esta pobre gente és comprarles estas cortas fincae; de lo que me resultará tambien á mí la honra de tener un feligrés como usía iiustrisima. El señor Marqués hará en esto lo que mejor le parezea. Por obedecer hago esta indicacion.

Celebró el Marqués la indicacion. Dió gracias á D. Abundo, y le pidió que se sirviese ser el árbitro del precio, po niéndole más bien subido que bajo; y lo que más admiró al Cura fué la propuesta que le hizo de que ambos fuesen á casa de la novia, donde probablemente se hallaria tambien el novio.

Ufano D. Abundo con esto, habló tambien del asunto de ła requisitoria, manifestándole las buenas prendas de Loco, y que en lo de Milan obró como atolondrado é ignorante; pero siempre con la mejor intencion del mundo.

—Hay empeños fuertes contra este jóven?-preguntó el Marqués.

—Nada absolutamente,-contestó D. Abundo.-Al principio le tiraron mucho; pero ahora creo que sólo debe ser una mera formalidad.

—Siendo asf.-replicó el Marqués,-la cosa es fácil, y yo la tomo á mi cargore