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-Y tambien para comer. Le traeremos aquí con nosotros: pero, įsabrá representar el papel?

—Yo le enseñaré.

—Mañana, pues.

—Sí, mañana.

—A la caida de la tarde.

—Muy bien.

—Pero!...-dijo Lorenzo poniéndose otra vez el dedo en los labios.

—Es posible?-respondió Antoñuelo, doblando la cabeza sobre el hombro derecho con una cara que parecia decir: Tú me agravias.

—Y si tu mujer pregunta, como sin duda preguntará...?

—Son tantas las mentiras que le debo á mi mujer, que por muchas que le diga, nie parece que nunca saldaremos la cuenta. Ya inventaré alguna novela con que acallar su curiosidad.

—-Mañana por la mañana-dijo Lorenzo-nos pondremos de acuerdo en casa para que la cosa salga bien.

Con esto salieron de la hostería: Antoñuelo se fué á su casa estudiando en el camino el enredo con que habia de satisfacer la curiosidad de su familia, y Lorenzo á dar cuenta de los pasos que habia dado.

En este intermedio, Inés se habia cansado en vano tratando de convencer á su hija, que siempre respondia ya con la una, ya con la otra parte de su dilema: «;0 la cosa es mala y no se debe hacer, 6 no lo es? ¿Y por qué entónces no lo decimos al padre Cristóbal?»

Llegó en esto Lorenzo triunfante, hizo su relacion, concluyó diciendo: «Y bien?» expresion que equivale á decir: No soy yo todo un hombre? No sé yo hacer las cosas como se debe? Lucia meneaba la cabeza; pero Inés y Lorenzo, enfervorizados, poco caso hacian de ella, mirándola como á un niño, á quien no pudiendo hacer entender la razon, se espera que luégo con súplicas 6 por autoridad se le obligará á prestarse á lo que sc quiere.

—Todo va bien,-dijo Inés,-pero no te ha ocurrido una cosa?

—Qué falta?-pregunló Lorenzo.

—Y Perpetua? A Antoñuelo y Gervasio los dejará entrar; pero á ti no lo creo, y ménos á los dos. Te parece que no tendrá órden de no dejaros entrar?

—¿Cómo lo haremos?-dijo Lorenzo poniéndose pensativo.