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-jAhf verás tú! A mí ya me ha ocurrido. Iré yo tambien en vuestra compañia, y tengo un secreto para entretenerla y embaucarla, de modo que no ponga atencion en vosotros, y así podreis entrar. La llamaré, y le tocaré cierta tecla... En fin, ya lo vereis.

—¡Bendita sea usted!-exclamó Lorenzo:-siempre he dicho que usted es nuestro ángel tutelar.

—Pero todo esto de nada sirve, si no se convence á esta tonta, que se empeña en sostener que es pecado.

Ensayó tambien Lorenzo su elocuencia; pero Lucía no se daba á partido.

—Yo no sé-decia-qué responder á vuestras razones, pero veo que para hacer cosa tan santa, es necesario empezar con engañes, con mentiras y ficciones. Yo quiero ser tu mujer (esto lo decia poniéndose colorada), pero ha de ser por el canino derecho, en la iglesia, como lo manda la ley de Dios; y sobre todo, ¿por qué andar con misterios con fray Cristóbal? Duraba todavía la disputa, cuando ciertas pisadas presurosas de sandalias, y ruido de hábitos, semejante al que hacen las velas de un buque con las ráfagas del viento, anunciaron que llegaba fray Cristóbal. Callaron todos; y la madre de Lucía sólo tuvo tiempo para decir a! oido á Lucía.

—jCuidado con que le digas nada!

CAPÍTULO VII.

Venía el buen religioso con el continente de un capitan veterano que, perdida sin culpa suya una batalla importante, acude afligido, mas no desalentado; pensativo, mas no aturdido; en retirada, mas no huyendo, á donde ie llama la necesidad para defender lo8 puntos amenazados, reupir las tropas, y dar nuevas órdenes.

—¡La paz sea con vosotros!-dijo al entrar:-nada hay que esperar de aquel hombre endurecido; por lo mismo, es necesario poner más confianza en Dios; y yo tengo ya alguna prueba de su proteccion.

Aunque ninguno de los tres fundaba grandes esperanzas en la tentativa del padre Cristóbal, porque el ver en aque-