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pero... vuestra señoría nada sabe de estas cosas... Una casa que se quemó pocos años hace; y como no hubo dinero para levantarla, se ha quedado abandonada. Ahora tienen allí sus juntas las brujas; pero no siendo hoy sábado poco importa: como estos paletos están llenos de aprensiones, no haya miedo que se acerquen en ningun dia de la semana, aunque los maten; y así podemos ocultarnos allf sin temor de que nadie venga á molestarnos.

—¡Bien va! Y luego? Aquí proponiendo el Canoso y discurriendo D. Rodrigo, quedaron por último de acuerdo acerca del modo de lograr el intento, y de cómo se haria, no sólo para que no quedase indicio de los autores, sino tambien para dirigir las sospechas á otra parte con falsas apariencias, imponer silencio á la pobre Inés, y causar tal miedo á Lorenzo que se le pasase el dolor, la idea de acudir á la justicia, y hasta la gana de quejarse, con todas las demas infamias necesarias para el éxito de la infamia principal. Omitimos el referir todas las ocurrencias de aquel acuerdo, por no ser necesarias para nuestra historia, como lo verán los lectores; y además nos desagrada entretenernos y entretenerlos tanto tiempo con la criminal conferencia de aquellos dos malvados. Bastará con decir que, marchándose ya el Canoso á poner mano á la obra, le lamó D. Rodrigo diciéndole:

—Oye, si por casualidad cayese bajo tus uñas aquel badulaque insolente, no será mal hecho darle con anticipacion entre el cogote y la rabadılla un buen recuerdo, pues así hará más efecto la órden que se le intime el dia siguiente de callar su pico. Pero no le busques expresamente, por no echar á perder el negocio principal: ¿me comprendes?

—Déjelo vuestra señoría á mi cuidado-contestó el Ca- NO80.

É inclinándose en ademan de obsequio y valentonada, se despidió de su amo.

Empleó toda la mañana en reconocer el país. El supuesto mendigo, que del modo que hemos visto, se habia introducido en la casita de Inés, era el Canoso, el cual adoptó aquel medio para levantar con la vista el plan de ella; y los supuestos viajantes eran sus perversos compañeros, á los cuales, para obrar bajo sus órdenes, bastaba un conocimiento más ligero del paraje; así es que hecha la necesaria inspeccion, no volvieron á parecer para no llamar la atencion demasiado.