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son ó no son, poco nos importa. Ea, voy á traer un plato de almondiguillas que apuesto que nunca las han comido ustedes iguales.

—Y cómo puede usted saber?...-continuaba diciendo Lorenzo.

Pero el tabernero, que iba marchando hácia la cocina, prosiguió su camino. Allí, miéntras preparaba el plato de almondiguillas, se le acercó aquel bravo que habia mirado de los piés á la cabeza á Lorenzo, y le preguntó con voz baja :

—¿Qué gente es esa?

—Gente buena de aquí del pafs,-contestó el tabernero echando sus almondiguillas en la fuente.

—Bueno! pero ¿cómo se llaman? ¿quiénes son?-insisti6 el bravo con voz algo áspera.

—El uno se llama Lorenzo,-respondió el otro tambien en voz baja;-buen muchacho, acomodado, hilador de seda, y que sabe bien su oficio; el otro es tambien un aldeano llamado Antoñuelo, buen camarada y de humor alegre: lástima que no tenga mucha moncda, pues toda la dejaria aquí; el otro es un pobre zonzo que come bien cuando encuentra quien le haga la costa. Con licencia.

Y de un brinquito salió llevando la fuente de almondiguillas á la mesa.

Al verle Lorenzo, volvió á tomar el hilo de su conversacion, diciendo:

—Y cómo puede saber si son hombres de bien si no los conoce?

—Las acciones, amigo mio; el hombre se conoce por ellas. Los que beben el vino sin desacreditarle, los que presentan al mostrador la cara del rey sin regatear, los que no mueven camorra con los demas parroquianos, y si tienen que regalar alguna puñalada se salen de la casa con el fin de no comprometerla, éstos son los hombres de bien:

sin embargo, si se puede conocer la gente buena como nosotros cuatro nos conocemos, mucho mejor; pero ¿por qué diablos se le antoja á usted ahora saber estas cosas, cuando va á casarse, y debe tener ocupado el magin en otros asuntos, y con esas almondiguillas á la vista que pueden resueitar á un muerto? Diciendo esto dió la vuelta á la cocina.

Observando nuestro autor del manuscrito el diferente modo con que el tabernero satisfacia á las preguntas, dice que era hombre de tal calaña que en todas sus conversaciones hacía alarde de ser amigo de los hombres de bien