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ros y perdiese å los enemigos arrojados. Nacian con gran silencio estas prevenciones para no ser sentidos de sus contrarios, y en ellos trabajaron toda la noche sin lomar algun reposo .

LXXVII. Aquí no puedo ahora, viendo y pesando aten tamente el negocio , declararme- contra los oráculos, y des cir de ellos que no son predicciones verídicas, sin incurri: en la nota de ir contra la evidencia conocida: « Cuando junte la playa consagrada á Diana de dorada cabellera , á la marina Cinosura , con su puente de barcas, el que taló á Atenas con furiosa lisonja , allí se verá extinguido de manı de la santa Temis, tanto arrojo hijo de tanta soberbia , insula tante, rapaz como el de todo poder supremo. Cosillo el acero con el acero cubrirá Marte el mar de roja sangre, entonces Júpiter y la diosa Victoria felicitarán á la Grecia libre.» Siendo, pues, tales y dichas con tanta claridad por Bacis cstas profecías, ni mc atrevo yo'á oponerme á la verdad de los oráculos, ni puedo sufrir que otro ninguno la contra diga[1].

LXXVIII. Por lo que mira á los jefes griegos en Salia mina, llevaban adelante sus porfias y altercados, pues no sabian aún que se hal'asen ya cercados de las naves de los bárbaros, ántes creian que se mantenian éstos en los pues tos mismos en donde aquel dià los habian visto formados .

LXXIX. Estando dichos jeles en su junta , vino desde Egina el Ateniense Arístides, hijo de Lisimaco, à quien con su ostracismo habia el pueblo desterrado de la patria , hombre , segun oigo hablar de su porte y conducta, el me


  1. Aunque no se haya decidido todavía si el espíritu de Dios inspiraba a veces a las Sibilas, y aunque ninguna dificultad ofrezca el que la Providencia para sus fines se valiera de impuros labios para descubrir á los hombres lo futuro, es de sospechar, por más que epurne á Herodoto, que Temistocles supuso á Bacis estos versos. El espíritu político se trasforma en espíritu profético siempre que le conviene.