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¿Qué hacía? Le estaba amando.

—¿No lo ves? te estoy amando besando, ídolo.

Hablaron de amor. Y del dolor de amar también; ella entre pudorosa y amante y tímida en el primer encuentro, le historiaba sus miedos y sus preocupaciones.

¡Si sospechasen en su casa; la tía tan santurrona y el papá tan severo, tan... de mal genio!...

El la consolaba.

—No temas, dulce Chilang, flor de mi alma, Dios de mi amor. Yo tengo, allá en Taal, una casita blanca, junto á una laguna azúl, loca de espumas brilloteantes, bajo las ramas en flor de los naranjos y las flotantes sedas de los plátanos, á los pies de un coloso, de un emperador, que,

cuando tiembla, escupe fuego. En esa casita

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