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Acta de Pío XI

Fue en el Concilio de Éfeso afirmado espléndidamente por Felipe, legado del Obispo Romano, quien, dirigiéndose a los Padres conciliares que con unánime voz aplaudieron la carta enviada por Celestino, pronunció estas memorables palabras: "Damos gracias al santo y venerable Sínodo, porque fue en el Concilio de Éfeso afirmado espléndidamente por Felipe, legado del Obispo Romano, quien, dirigiéndose a los Padres conciliares que con voz aplaudieron la carta enviada por Celestina, pronunció estas memorables palabras: "Damos gracias al santo y venerable Sínodo, porque leída que fue a vosotros la carta de nuestro santo y bendito Papa, vosotros, santos miembros, os habéis unido a la santa cabeza con vuestras santas voces y con vuestras santas aclamaciones. De hecho vuestra bienaventuranza no ignora que el bienaventurado apóstol Pedro es cabeza de toda fe y también de los apóstoles”[1].

Más que en el pasado, ahora más, Venerables Hermanos, es necesario que todas las personas buenas estén unidas en Jesucristo y en su mística Esposa, la Iglesia, por una única, misma y sincera profesión de fe, ya que en todas partes tantos hombres intentan sacudirse del suave yugo de Cristo, rechazar la luz de su doctrina, pisotear las fuentes de la gracia, y finalmente repudiar la autoridad divina de Aquel que se ha convertido, según el dicho evangélico, en "signo de contradicción"[2]. Dado que de esta lamentable deserción de Cristo surgen innumerables males que crecen cada día, todos deberían buscar en él el remedio adecuado, que "fue dado a los hombres en la tierra y en el que sólo nosotros podemos tener la salvación"[3].

Así, sólo con la ayuda del Sagrado Corazón de Jesús, surgirán tiempos más felices para las almas de los mortales, tanto para los hombres como para la sociedad doméstica y para la misma sociedad civil , tan profundamente trastornada en la actualidad.

III

Desde el punto de la doctrina católica que hemos tratado hasta ahora, necesariamente deriva ese dogma de la maternidad divina de la Santísima Virgen María que predicamos: "como advierte Cirilo no como si la naturaleza del Verbo o su divinidad haya extraído el principio de su origen de Santísima Virgen, sino en el sentido de que de ella extrajo ese cuerpo sagrado informado por el alma racional, de modo que se dice que nació según la carne el Verbo de Dios, unido por hipóstasis"[4].

  1. Mansi, loc. cit. IV, 1290.
  2. Lc 2, 34.
  3. Hch 4, 13.
  4. Mansi loc. cit. IV, 13.