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Un rublo y veinte copecks.

—Y cuánto quieres por los broches?

—Un rublo.

—Me harás una rebajita... Me pondrás un precio de amigo, ¿no?

¡Qué imbécil eres! ¿Para qué quieres los broches?

—Eso es cosa mía... ¿ Cuánto?

Al fin se hizo la venta. Michka adquirió los broches por la suma de noventa copecks.

Se detuvo y empezó a darles vueltas entre sus menos; la peluda cabeza baja, las cejas fruncidas, examinaba atentamente los dos pedacitos de plata.

—Cuélgatelos en las narices!—le recomendó Somka.

—Para qué?—replicó seriamente Michka—.

No se trata de eso. Se los llevaré a la vieja.

"Ahí tiene usted eso—le diré. Lo hemos arrancado por equivocación. Colocad de nuevo estas cositas en su sitio... en el libro..." Pero las has arrancado con carne... Eso no será fácil de arreglar.

¡Diablo! Quieres en serio llevárselas a la vieja?—exclamó Semka, boquiabierto de asombro.

—Claro que sí... Porque ya ves... un libro así..debe estar intacto y no es conveniente estropearlo... Luego, la vieja... se ofenderá... Quizá se mueta pronto, comprendéis?... Esperadme un momento, hermanos... Vuelvo a su Y antes de que pudiéramos detenerle dobló la esquina de la calle.