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raba no mirarla, aunque lo deseaba, y se hacía este razonamiento:

"Deben de pasarlo aquí muy bien. Ella está muy robusta, y el padre también lo está bastante." Luego, molesto por el silencio, dijo:

—Me he dejado el saco de mano en el bote...

Voy a buscarlo.

Sin apresuranse, se levantó y salió. Un instante después entró Vasily, se inclinó sobre Malva y le preguntó, enojado y rápido:

—¿Por qué has venido con él? ¿Cómo le explicaré lo que eres para mí?

¡He querido venir y aquí estoy!—dijo ella lacónicamente.

—Eres una estúpida. Siempre estás haciendo tonterías. ¿Qué vamos a hacer ahora? Comprenderás que no puedo delante de él... Tengo a mi mujer en la aldea... a su madre... Debías comprenderlo.

—¿Qué me importa a mí eso? No os temo a él ni a ti. ¡Me tiene sin cuidado! ¡Qué cara pusiste al reconocerlo! Yo no podía contener la risa.

—A ti te hará mucha gracia, pero tiene muy poca. ¿Qué voy yo a hacer ahora?

—Debías haberlo pensado hace tiempo.

—¿Acaso podía yo saber que el mar iba a arrojármelo aquí tan de repente?

Se oyó crujir la arena bajo los pies de Jacobo, y se volvieron. Jacobo entró con un ligero