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Sí, sí... Yo pensaba en ti con frecuencia. Tenía gana de ver lo cambiado que estabas.

El hijo se sonrió bonachonamente, y su sonrisa le dió ánimos al padre.

Y qué te parece esta mujercita?

—No está mal—dijo, de un modo vago, Jacobo, bajando los ojos.

—¿Qué se le va a hacer, muchacho?—exclamó Vasily agitando los brazos. He luchado mucho tiempo, pero... no podía más... ¡Soy un hombre, caramba! Luego, necesitaba alguien que me arreglara la ropa... y... ¡qué quieres que te diga! La mujer es como la muerte: no es posible librarse de ella concluyó en un arranque de sinceridad.

—Yo no me meto en nada—dijo Jacobo—. Eso es cosa tuya. No soy yo el llamado a juzgarte.

Al mismo tiempo pensó:

"Desde luego, no será esa mujer la que te remiende los pantalones." —Además—continuó Vasily—, no tengo más que cuarenta y cinco años... No me cuesta cara, porque, al cabo, no es mi mujer.

—¡Claro!—aprobó Jacobó.

"¡Me figuro cómo te sacará los cuartos !" —pensó.

En aquel momento volvió Malva con una botella de vodka y una porción de rollitos pendientes de un bramante, y se sentaron a comer.

Comieron en silencio, chupando sibilantemente las espinas de los pescados y tirándolas en la