ojos verdes, el mar alegre y luminoso. En su rostro brillaba una de esas sonrisas de que dispone en abundancia toda mujer que se da cuenta del poder de su belleza.
Un barco de vela surcaba el agua, semejante a un enorme y pesado pájaro de alas grises. A cada momento se alejaba más de la costa, dirigiéndose allá donde el mar y el cielo se confundían en una inmensa curva azul, cuya paz solemne atraía.
—¿Por qué no hablas?—preguntó Vasily.
—Pienso dijo Malva.
—¿En qué?
—En muchas cosas.
Y tras una breve pausa añadió:
—Tu hijo es un buen mozo.
—¿Y a ti qué te importa?—exclamó celoso Vasily.
—Te enfadas?
—Ten cuidado!
Y le dirigió una mirada severa, llena de sospechas.
— No hagas tonterías!—continuó—; soy bueno, pero no hay que irritarme.
Apretó los dientes y los puños, y añadió:
En cuanto has llegado has comenzado un juego que no comprendo aún; pero fíjate: si llego a comprenderlo, te la vas a ganar. Las sonrisas provocativas y todo eso... Os conozco a las mujeres, y sé cómo hay que trataros... Puedes estar segura...