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jaba poco a poco de Vasily y de su hijo, que la seguían con los ojos.

De pronto oyeron la voz fuerte y penetrante de Malva.

Cantaba.

Le pareció a Vasily que se detenía y esperaba. Escupió furioso, pensando: "¡Lo hace a propósito... para impacientarme... ¡Diablo de mujer!" Y dijo en alta voz, riendo:

Calla! ¡Cómo canta!

Ya sólo la veían como una mancha gris en las sombras.

Vibraba su voz sobre el mar.

—Oyes ?—exclamó Jacobo inclinando todo su cuerpo hacia el sitio donde se oía la canción tentadora:

Pon tu cabeza en mi pecho, que se parece a dos palomas blancas....

Jacobo le miró sin comprender y tornó a su actitud ansiosa.

Medio borradas por el ruido de las olas, llegaban hasta los dos hombres palabras sueltas de la canción provocativa:

"Yo no puedo dormir sola esta noche..." —¡Qué calor hace!—dijo con voz alterada Vasily, agitándose sobre la arena—. A pesar de que anochece, sigue haciendo calor. ¡Maldito país!

—La arena... calentada... durante el día...—explicó trabajosamente Jacobo, volviendo la cabeza.