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pesca varias veces y parecía muy contento. Como todos sus compañeros, olía a pescado, iba sucio y llevaba una ropa muy rota.

Vasily suspiró pensando en su hijo.

—Con tal que no se eche a perder aquí... Si ocurre eso, es muy probable que no quiera vol—ver a la aldea, y entonces seré yo quien tendrá que volver.

18 Sólo se veían sobre el mar las gaviotas. Allá, donde el perfil de la costa arenosa separaba el cielo del agua, aparecían de cuando en cuando unos puntitos negros, se agitaban y desaparecían. Y el bote no se divisaba, por más que los rayos del Sol se proyectaban sobre el mar casi perpendicularmente. A aquella hora, Malva se encontraba ya allí los otros domingos.

Unas gaviotas empezaron a reñir en el aire, de un modo tan encarnizado, que las plumas volaban en todas direcciones. Sus gritos furiosos turbaban la alegría del canto de las olas, tan continua, tan armoniosamente concertado con la calma solemne y fúlgida del cielo, que parecía una mú'sica producida por los rayos del Sol en su gozoso juego sobre la superficie del mar. Las gaviotas cayeron al agua, pero siguieron combatiendo, entre gritos furiosos de cólera y dolor; luego comenzaron de nuevo a volar, persiguiéndose una a otra... Y sus compañeras—una numerosa bandada, como si no viesen el terrible duelo, pescaban ávidas, hundiendo con rapidez el pico en el agua verde y transparente.