Página:Malva y otros cuentos (1920).pdf/47

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
43
 

Las olas batían el bote, que se balanceaba, y los pies de Malva casi tocaban el agua a veces.

—Te has bañado, eh?—preguntó Jacobo.

Ella volvió la cabeza, miró a hurtadillas un momento sus piernas, y, sin interrumpir su peinado, respondió:

—Sí, me he bañado... ¡Qué madrugador estás hoy!

—Más madrugadora estás tú.

—Creo que no querrás imitarme.

Jacobo no contestó.

—¡No te creo tan loco que quieras hacer cuanto yo hago!

—¡Eres terrible!—exclamó él riendo.

E inclinándose sobre el agua, empezó a lavarse.

Cogiendo en el hueco de ambas mancs el agua, se frotaba con ellas el rostro, y experimentaba una grata sensación de frescura. Mientra se secaba con el faldón de la camisa, preguntó a Malva:

—¿Por qué quieres siempre asustarme?

Y por qué me persigues siempre con tus miradas?

Jacobo juraría que no la miraba más que a las otras trabajadoras; pero le dijo, en un arranque, que le sorprendió a él mismo:

¡Como eres tan apetitosa!

¡Si tu padre se entera de tus bellaquerías, te la vas a ganar—le contestó Malva, dirigiéndole una mirada picaresca y provocativa.

Jacobo se echó a reír y subió a la barca. No sa-