Página:Malva y otros cuentos (1920).pdf/53

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
49
 

ron en silencio, volviéndose hacia el sol, de modo que sus ropas se secasen lo más pronto posible.

En las barracas, largas porchadas suc as, de techo inclinado, se iban despertando los pescadores. De lejos—las barracas se hallaban a trescientos metros de distancia—, desnudos o vestidos de harapos y con los cabellos en desorden, todos se parecían. Se oían sus voces enronquecidas. Uno daba golpes en el fondo de un tonel vacío, y se diría que tocaba un gran tambor. Dos mujeres se insultaban a gritos. Un perro ladraba.

—¡Están levantándose!—dijo Jacobo. Yo quería haberme ido a la ciudad muy de mañana, y he perdido el tiempo haciendo tonterías contigo.

¡Si conmigo no puede ocurrir nada bueno!—dijo Malva, mitad en broma, mitad en serio.

¿Sigues pretendiendo asustarme?—preguntó él con una sonrisa de asombro.

—Verás cómo se pone tu padre contigo!

Jacobo montó en cólera.

—¿A qué santo estás siempre hablándome de mi padre ?—gritó groseramente. Yo no soy ya un muchacho, y no tengo miedo. Esto no es la aldea... Aquí las costumbres son muy distintas, no soy ciego para no verlo... Además, mi padre también tiene sus pecados, y... hace aquí lo que le da la gana... Más vale, pues, que no me hables de él. Tengamos la fiesta en paz.

Ella le dirigió una mirada burlona y le preguntó con interés:

—¿La fiesta en paz? ¿Qué vas a hacer?

Malva
4