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ció un instante en silencio y, apoyando la mano en su hombro, empezó a hablarle con gravedad.

—Ya lo sé. Ya sé que está contigo. Os he dejado, no he querido meterme en nada. ¿Para qué?

Pero, ahora, Jacobito, tu hijo, la persigue con sus galanteos. Dale una buena tunda, si no quieres que se la dé yo. Aunque tonto, no eres mal sujeto. Ten en cuenta que os he dejado a ti y a Malva...

—Ahora caigo: ¿tú también persigues a Malva?—dijo con voz sorda Vasily.

—Si hubiese esperado algo de ella, os hubiera apartado a los dos de mi camino, y asunto concluído. Pero ella no me hace caso.

Entonces, por qué te entrometes en este asunto?—preguntó Vasily lleno de sospechas.

Serechka pareció asombrarse de aquella sencilla pregunta. Miró a Vasily con ojos muy abiertos y se echó a reír.

—¿Por qué? Vaya usted a saber... Es una mujer diferente de las demás... que tiene algo especial... Me gusta... O, tal vez, me da lástima...

Vasily, aunque le miraba con desconfianza, se resistía a creer que Serechka no hablase y riese sinceramente y tuviera algún propósito oculto respecto a Malva. Pero, a pesar de todo, le dijo:

Si fuera una muchacha pura, inocente, se le podría tener lástima; pero, no siéndolo, me parece una tontería.

Serechka guardaba si'encio y miraba la barca, que, a lo lejos, describiendo un gran arco en el