Página:Malva y otros cuentos (1920).pdf/79

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
75
 

actitud de Malva era ambigua: tan pronto le miraba con ojos provocativos conio con ojos melancólicos, y, de esta manera, se le hacía cada día más deseable. También ella le hablaba de su padre a cada momento.

Y Jacobo había ido a casa de su padre, a quien miraba como una piedra interpuesta en su camino, como una piedra que no podía dejarse atrás dando un rodeo ni dando un salto. No sintiendo el menor temor ante él, sostenía audazmente su mirada sombría y hosca, como diciéndole:

—¡Atrévete sólo a tocarme!

Habían vaciado ya dos vasos cada uno; pero no habían hablado aún sino de naderías relativas a su trabajo. Cara a cara, en mitad del mar, ocultaban la có era en sus corazones y sabían que no tardaría en estallar como un incendio.

El viento agitaba las esteras de la cabaña, que hacían un ligero ruido; el trapo rojo de lo alto del palo se agitaba también y murmuraba no se sabe qué. Aquellos ruidos tímidos parecían un susurro 'ejano que preguntaba algo de un modo incoherente e indeciso. Pero las olas sonaban, como siempre, franca, impasiblemente.

— Serechka sigue emborrachándose ?—preguntó con sombrío acento Vasily.

—Sí, todas las noches se acuesta borrachorespondió el hijo, escanciando más vodka.

—Acabará mal... Ahí tienes, la vida libre, el no tener miedo de nada... A ti te pasará lo mismo.

Jacobo respondió 'acónico: