Página:Malva y otros cuentos (1920).pdf/90

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
86
 

Luego, con su voz ordinaria, añadió:

—Hay que desollarle como a un carnero y utilizar su piel para un tambor.

Malva dejó oír una risita.

—¡Hace calor!—dijo Jacobo, sentándose junto a ellos.

Vasily, como a pesar suyo, le miró otra vez.

—Estoy aquí esperándote toda la mañana, Jacobo. Sabía por el capataz que tenías que venir—dijo.

Jacobo creyó notar su voz más dulce que de costumbre, y su cara también le pareció distinta.

—He venido a buscar víveres—contestó.

Le pidió después a Serechka tabaco para un cigarrillo.

No tengo tabaco para un imbécil como tú! respondió Serechka, en tono de broma, sin moverse.

—¡Me vuelvo a la aldea, Jacobo!—dijo gravemente Vasily, escarbando la arena con la mano.

Y eso por qué?—preguntó Jacobo a su padre, mirándole con ojos cándidos.

—¿Y tú?... ¿Te quedas aquí?

—Sí, me quedo. ¿Qué vamos a hacer los dos en casa?

—Bueno, no digo nada. Como tú quieras. Ya no eres un niño. Pero... no olvides que yo no podré trabajar mucho tiempo... He perdido la costumbre de trabajar la tierra. No debes olvidar que tienes allí a tu madre...

Se notaba que hablaba con gran esfuerzo, como