muralla impenetrable a la palabra y las miradas de las Unitarias: de esas mujeres altivas, radiantes de espíritu, de gracia y de orgullo, que constituyen la clase aristocrática — permítaseme esta palabra — de la República de Mayo; y que durante lo más aterrador de la dictadura, han ostentado más valor y nobleza que los mismos hombres.
Entre tanto, aquellas, revolviendo en sus entrañas toda la hiel que acumulaba en ellas el recuerdo de su vida pasada, oscura y manchada por su nacimiento y su conducta; y ebrias de entusiasmo por el hombre cuya mano las alzaba del lodo y las hacía respirar artificialmente el aire de señoras, rompían el freno a sus instintos y a su educación de cuartel, y esparcían una atmósfera de prostitución y torpezas, en torno de esa flor huérfana, cuya primer desgracia era nacer del tronco que llamaban