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en número de ochocientas cabezas, que era preciso dar dos por uno, pues estaban en esqueleto; los caballos nunca vinieron, y sin embargo, escribió que nos había franqueado hasta cuatro mil. A tal extremo llegó la escaséz de caballos para el ejército, en aquella jurisdicción, que á pocas jornadas de Caaguazú, nos fué preciso echar mano de las caballadas de reserva, para la tropa y para arrastrar la artillería.

Toca en este lugar, que haga mención del digno europeo, don Isidro Fernandez Martínez, que me auxilió mucho y se manifestó como uno de los mejores patriotas, acompañándonos hasta un pueblecito nombrado Inguatecorá,[1] sufriendo las lluvias y penalidades de unos caminos poco menos que despoblados.

Seguí siempre la línea recta, á salir al frente de San Gerónimo, atravesando, según el plan que llevaba, la famosa laguna Iberá, que nunca ví (el camino no atraviesa la laguna, pero sí esteros, y aún canales, que son dependencias), observé sí, unos ciénagos inmensos, al costado derecho del camino, que sería parte. Pasamos los Ipicus, Miní y Guazú, que son desagües de ella, ó comunicaciones con el Paraná, y después de marchas las más penosas, por países habitados de fieras y sabandijas de cuanta especie es capaz de perjudicar al hombre, llegamos á dicho punto de San Gerónimo, sufriendo inmensos aguaceros,

  1. Pienso que querrá decir Yaguarete-corá, en castellano, Corral del Tigre, que está en el camino que es probable llevase el ejército