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CÁRCEL DE MUJERES

Las voces parecen transparentes y al tono amplio, bajo y rotundo de la queja pasional, sucede uno frívolo de percusión alegre.

Es el comentario majevo de un tango cachador.

En pleno coro surge de pronto un entonar distinto :

“¡Corazón santo Tú reinarás !”

Las voces se detienen sorprendidas.

—-“¡ Hágala callar, madrecita! Ni en domingo pode- mos cantar lo que queremos!”

Una parte del coro, entabla disputa. Transan.

Al final le cantarán a la virgen.

Prosigue incansable el coro. Son las 9 horas; son las 10. Las voces ya enroquecidas se aúnan con fiereza y brota “Taconeando”.

Las mujeres, sentadas miran hacia delante a las re- jas de las ventanas. Han suspendido las diarias preocu- paciones y se embriagan de tango, de queja maleva, de promesa rea. Es su voz un escape pasional, talvez el único en sus vidas.

Algunas inmóviles con las manos en las rodillas; otras acompañan con rítmico taconeo. El ámbito de sus vidas se hace amplio. Me llega, me toca.

Se ha hecho un silencio contaminado de cansancio.

Alguien entona de nuevo. Pero su voz se alza aisla- da. Ya no es el tango inédito, pleno de fiereza; es ahora chiilón y canalla. Le falta el soplo humano colectivo que prestaba el coro al aunar las voces en un desespera- do tono de ternura, fundiéndolas todas en una, por la

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