ANGÉLICA MENDOZA
que corría vibrante lo único auténtico y fresco que sub- siste en el fondo de estas míseras vidas.
—-"¡Su caridad! Rucgue pa que me vengan a buscar! ¡Van pa quince días que aguanto la cana!”
—-“Rece, pués, usted a ver si se hace buena”. — La monjita dirige la costura de las mecheras y atiende a las otras.
—-*¡ Estoy más cansada! Cuando salgo me meto otra vez de charquiadora eu “La Negra”. Me ganaba hasta tres cincuenta diarios y a las seis de la tarde esta- ba libre. El capataz me echó de perro, porque le contes- taba.
—'¿ Y, entonces, a que te largaste al “trabajo?”
—““Y cuando me vá mal de camarera en Pedro Men- doza, me voy pa la fabrica. ¡La pucha! ¡He llegao a ganar en los bailes hasta diez pesos por noche! Pero está muy mala la cosa! Aunque sea pá comer hay que ir a la fábrica”.
—“Y la cosa es tener pa la pieza y el morfi. Pero, es un trabajo puerco él de la fábrica. ¡ Tenés que andar bien con el capataz y los serenos ¡si no!... Y todo de arriba que es lo que me da rabia.”
—“Yo tengo una amiga que toca el violín en una or- questa. Cuando anda sin trabajo me busca y salimos juntas a girar.”
—“Y uno tiene que ayudarse como pueda.”
La mujer se corta ias uñas y su compañera se hace rulos con tiritas de género que le pasa una mechera que cose frente a élla.
Musita luego en voz baja:
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