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Y si todos biven, digo que es: unos de abogar, otros de juzgar, otros de escrevir, otros de servir, otros de lisongear, otros de jugar, otros de mentir, otros de chocarrear, otros de hurtar, otros de trampear, otros de cohechar y aun otros de alcahuetear.

En la corte, los que son extremados topan con otros extremados, es a saber: el que es furioso halla con quien reñir, el traviesso con quien se acuchillar, el leído con quien disputar, el adúltero con quien pecar, el malicioso con quien murmurar, el goloso con quien gustar, el tahur con quien perder, el codicioso con quien trampear, el importuno a quien moler, el loco con quien competir, el agudo con quien se desaminar (1), y aun el nescio quien le engañar y el bivo quien le mofar. En la cortetodos los cortesanos se prescian de sanctos propósitos y de heroycos pensamientos, porque cada uno de los que andan allí proponen de retraerse a su casa, desechar los cuydados, olvidar los vicios, hazer capillas, casar huérfanas, atajar enemistades, irse a las horas, ordenar confradías y reparar ermitas, y en lo que paran sus deseos es que se quedan allí hablando de Dios y biviendo del mundo. En la corte ninguno con otro tiene tanta cuenta, para que nadie lé osse pedir cuenta; y de aquí viene que el cavallero se anda sin armas, 'el perlado sin hábito, el clérigo sin breviario, el fraile sin licencia, la monja sin obediencia, la hija sin nadre, la muger sin marido, el letrado sin libros, el ladrón (1) Desaminar: examinar.