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esforçados, allí se derraman los religiosos, allí se niegan los perlados, allí se olvidan los doctos, allí desatinan los cuerdos, allí se envejecen los moços y aun allí se tornan locos los viejos. En la corte es llegada a tanto la locura, que no llaman buen cortesano sino al que está muy adeudado. ¡Qué léstima es de ver a un cortesano!, el qual debe al trapero el paño para los moços; al joyero, la seda de la librea; al sastre, la hechura que no le pagó; a la dama, el reso que le mandó; a la amiga, la holanda que le prometió; al juez, las costas del proceso; al platero, la hechura de la medalla; a los moços, la soldada del mes; a los huéspedes (1), el alquiler de jas camas; al correo, el porte de las cartas; al corredor, la venta del cavallo; a los porteros, el aguinaldo de la Pascua, y aun a la lavandera, el lavar de la ropa.

(1) Huéspedes: hospedadores.