a su vez, a ser generalísimo de las fuerzas mexicanas y a cambiar el nombre de Valladolid a Morelia en su honor. Sin duda tenía el Don militar. Su defensa de Cuautla es considerada uno de los hechos más gloriosos de la historia mexicana. Fue el tercero en un trío de sacerdotes, Matamoros, su íntimo y Teniente, quien rompió el asedio con cien caballos y asistió en su retirada cuando finalmente llegó a ser necesario.
Matamoros en su momento fue detenido y fusilado en Valladolid, por nadie más que Iturbide, el futuro libertador. Iturbide, entonces con las fuerzas españolas, "se había señalado a sí mismo," para citar una vez más, nuestra historia "por sus repetidas victorias sobre los insurgentes, y la excesiva crueldad que usó en frecuentes ocasiones." Cercó a Matamoros en Puruapan, lo tomó preso y lo puso ejecutó, como se ha dicho. Para compensar esto, Morelos masacró a doscientos prisioneros españoles a sangre fría. Por lo que la contienda de crueldad encarnada continuó. Morelos mismo fue hecho prisionero por un acto de traición y ejecutado, como el destino habitual de líderes mexicanos, en San Cristobal Ecatepec, a las 4 de la tarde del 21 de diciembre de 1815.
Iturbide registra, en sus notas, de los jefes insurgentes a quienes estuvo tan activo en exterminar dista mucho de ser halagüeño. Y aquí todos ellos son ensalzados juntos. Realmente parece como si algún tribunal superior de investigación y revisión debería constituirse para asignar un poco los relativos méritos y defectos del pasado. El himno nacional mexicano, un aire marcial y agitado, invoca, entre otras cosas, la memoria sagrada de Iturbide. Pero si Iturbide realmente merecía ser fusilado al poner pie en la costa después de su destierro, parecería mucho como si los estadounidenses deberían invocar el nombre sagrado de Benedict Arnold. Arnold también, prestó excelentes servicios a su país.