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LEYENDA DE LA VIRGEN.

y los lagos, descansando en el brumoso soleado, tan hermosa como los días de nuestro verano indio.

Los escalones y las paredes que conducen a este santuario una vez estaban en perfecto orden; pero la capilla de la montaña ha sido descuidada y a decaído desde que la sagrada imagen fue llevada al edificio en la llanura, donde los padres están más cómodos que sobre el terreno del regalo milagroso.

Al observar hacia abajo desde esta elevación, me sorprendió la aparición de una masa imponente curiosa de ladrillo y mortero, a mitad de camino hasta la colina, que se veía en la distancia como una vela. Al averiguar, supe el siguiente relato de su erección.

Hace muchos años, cuando un acaudalado mexicano estaba en el mar, regresando de la vieja España, surgió una violenta tormenta, que amenazaba a su buque con peligro inminente. El vendaval creció gradualmente; el buque hizo agua; se perdieron las velas, y la misma esperanza parecía haber abandonado al malhadado buque, cuando el mexicano se recordó de la patrona Virgen de su tierra natal. En un momento se puso de rodillas, con una oración y una promesa de Guadalupe—un voto, de que si ella escuchaba y lo salvaba, ¡construiría en México otro templo a su gloria! El viento arrulló— el mar se calmó— un amistoso buque aliviado a la vista— y la tripulación ahogándose fue rescatada.

Pero con la calma, el fervor del fiel también se relajó; y a su regreso, en lugar de otorgar miles en el adorno de al menos un costoso altar a la Virgen, resolvió el asunto, con la construcción de una semblanza de una vela en ladrillo y mortero ¡al lado de la pared ascendente! ¡Si alguna vez se hizo a la mar después de tal falta de fe, la leyenda no dice!

Al relatar historias de este lugar, sería impropio omitir la leyenda de la Virgen a sí misma; y a fin de que pueda ser con debida autoridad y solo usaré rumores, traduzco la anécdota de un sermón del ilustre Cardenal de Lorenzana, arzobispo de México, predicada por él en la iglesia Colegiada en 1760.

"En el año 1531, diez años y cuatro meses después de la conquista de México, la Santísima Virgen de Guadalupe apareció en la montaña de Tepeyac. El asunto ocurrió así: el 9 de diciembre de ese año el indio aventurero, Juan Diego, un nativo de Quatititlan, fue a Tlaltelolco para estudiar la doctrina cristiana, en la medida en que allí se enseñaba por algunos santos monjes franciscanos. Pasando por la montaña, la Santísima Virgen apareció y le dijo que fuera al ilustre Obispo Don Francisco Juan de Zumárraga, en su nombre y decirle que ella deseaba que el viniera a adorala en ese lugar. El día 10 del mismo mes Juan Diego volvió a la montaña, y nuevamente apareció la Virgen, preguntándole el resultado de su comisión. Diego respondió, que a pesar de sus esfuerzos, no pudo ser admitido por el obispo. Entonces, la Virgen respondió, 'vuelve y dile que yo, ¡María la madre de Dios, te he enviado!' Juan Diego cuidadosamente ejecutó la